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Saturday, April 17, 2010

Mempo Giardinelli habla sobre su novela Santo oficio de la memoria


El siguiente texto es parte del reportaje que Mona Moncalvillo hizo al escritor Mempo Giardinelli para la revista ¨Humor¨, en 1991.

Memoria versus olvido, ¿eso es el "Santo oficio de la memoria"?

Bueno, no sé si lo es. Traté de que lo fuera, en fin, los lectores dirán. . . La novela en realidad es una especie de rendición de cuentas. Creo que muchos escritores y yo entre ellos, estamos permanentemente en la desesperación de tener que rendir una cuenta que nadie nos pide, más que nuestra propia conciencia, nuestra propia sensibilidad, o nuestra propia pasión. Para mí "El santo oficio de la memoria" surgió el 20 de abril del '82, viendo la guerra de las Malvinas, azorado, desde México, y pensé que era un lugar común y un material que iba a escribir. Creo, como Marguerite Yourcenar, que un escritor es aquel que todo acontecimiento que sucede lo tiene que poner en palabras. Recordarás aquella imagen de Yourcenar que es maravillosa, que dice que si a un escritor le tiran un guante en la cara, el tipo ni se ofende, ni se pone a gritar, ni le da una trompada al otro, sino que agarra el guante, lo investiga claramente y escribe un texto sobre el guante. Yo tomé así este hecho. Con el tiempo me fui dando cuenta de que no tenía ninguna gana, ninguna vocación, de hacer una novela sobre la guerra de Malvinas, pero evidentemente esto me había removido mi propia historia personal. Lo que me preocupaba era ver no tanto lo que pasaba sino de dónde veníamos. De dónde venía la sociedad argentina para estar aplaudiendo a Galtieri en la plaza, hecho que no aparece ni existe en la novela, pero es lo que de alguna manera dominó la parte anterior. Al mismo tiempo era una especie de prospectiva, de pensar a dónde íbamos a ir. A la vez se me revolvía toda una cuestión cultural, de pertenencia; yo soy hijo de inmigrantes, somos un país aluvional, y de repente me fui dando cuenta, a partir de leer material sobre la historia de las Malvinas, de que había una serie de hechos que en la historia argentina se venían cruzando y que yo quería de alguna manera novelarlos. Yo no soy un ensayista, no soy un filósofo ni un pensador, solamente soy un escritor, un ficcionista, un tipo que tiene algunas ideas de la realidad y le mezcla un poquito de imaginación y hace un cóctel medio bastardo y sale literatura.
   Por un lado, es una novela histórica porque traza un paralelo entre las décadas del '80 y el '90 en el siglo XIX y en el XX, paralelo que a mí me sorprendió mucho. Yo he escrito algún artículo en Página/12, trazando un poco el paralelo entre lo que fue el roquismo, como previo a Juárez Celman, y lo que fue el proceso, el alfonsinato, para llegar al menemismo. Casualmente empecé a encontrar conductas sociales que se repetían. Siempre había pensado que alguna vez quería escribir la historia de mis abuelos y mis bisabuelos, que es un poco ver también la italianidad en la Argentina, de alguna manera explicar esa cosa tan rara e indefinible que es el ser nacional. Explicarlo desde una ficción y desde la no explicación, simplemente poner la duda sobre la mesa, ponerla en negro sobre blanco. Es una novela histórica, sobre la inmigración, y a lo largo de varias generaciones viene recorriendo los distintos cruces históricos, que son los cruces dramáticos de nuestra historia: memoria versus olvido, vida-muerte, noche-día, pacificación-violencia, intolerancia-democracia. Hay una serie de dicotomías, es una cosa muy doble, una especie de gran esquizofrenia que va recorriendo la historia argentina. Al mismo tiempo hice una novela en la que quise meterme con un montón de temas que para mí tenían que ver. Es una discusión sobre la literatura argentina, y también quise hacerla ahí porque la literatura argentina acompaña y se contrapone con la historia. Los epígonos literarios de la Argentina, son en general gente que pertenece a élites que difícilmente llegan a ser valores populares. Por ejemplo, todo el mundo sabe hoy quién fue 
Roberto Arlt, pero no deben ser 50 mil argentinos los que lo tienen bien leído. Todo el mundo sabe que Borges murió en Ginebra, que se peleó con Fanny, que María Kodama y no sé qué cosa, pero a Borges no lo han leído 100 mil argentinos, y completo a Borges no creo que lo hayan leído 20 mil. Yo quería discutir todo esto, quería plantearlo en confrontación con una cultura universal que nos ha ido creando también el mito de que los argentinos éramos los cultos de América, que éramos superiores. Hay una conciencia racista, clasista y machista que creo tiene una gran base en la italianidad. En mi novela aparece todo esto, con personajes tan disímiles como Dante, o Virgilio, porque creo que de alguna manera el mundo romántico también se va vinculando con las oligarquías argentinas; los sueños oligárquicos de los argentinos. Esta cosa de que "seamos pobres pero que no se note". La hipocresía nacional, un montón de conductas que yo quería que ahí se plasmaran. La novela en este sentido por ahí supera mi capacidad. Lo único que puedo decir como autor es que espero que nadie se aburra. Traté de hacer una novela entretenida, juguetona, por lo menos poder darlo de manera muy compleja, pero no plomaza, que es una de las cosas que a mí como lector profesional siempre me interesa. Eso es lo que puedo decir de la novela. Es un gran damero, una obra muy compleja, donde desde el punto de vista experimental literario no hay un narrador.

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